ALGO, PERO DE VERDAD.
Era una noche fría
y pensé que nada podía calentarme.
Entonces vi tu risa por la ventana,
medio tapada con esa bufanda de lana.
Y me di cuenta
que no era normal sentir frío entrando a agosto
y que nadie, nunca,
me había hecho sentir nada tras un marco.
En ese momento apareciste detrás de mí
y en ese instante,
supe que fuiste la mejor decisión desde el primer momento que te vi.
Nunca te soltaría, dije.
Llevabas puesta esa sonrisa ya cansada,
tenias los ojos pequeñitos
y me agarrabas,
por si las piernas me fallaban.
Y entonces, nada cambió.
No, ni él se fue, ni yo le desquicié.
Ni siquiera se olvidó de besarme todas las mañanas
y yo no tuve miedo a mover mal las fichas del tablero.
Tuvimos discusiones pero aquí estoy,
escribiendo esto mientras él intenta dormir a lo que más nos unió.
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