Sin advertirme.

Tú te bebías el ron a palo, yo me emborrachaba con aquella mirada de malo.

Te acariciabas la barbilla como si estuvieras pensando, pensando con tu tropa en cual sería la siguiente copa.

Un día me llamaste
con voz firme
y colgaste,
Sin advertirme,
de que ibas a besarme.

Y ahora sé, que si llegas con cara de perro, no hay nada mejor que enseñar al espejo tus hoyuelos.

También, que no puedo dejar de ser feliz, que tú me has enseñado a ver las cosas desde el otro carril.

Te juré que nunca iba a prometerte un amor eterno, pero es tan fácil pasar los días enredada en tu pelo.

Tienes cosquillas en los costados de la tripa, y tres lunares escondidos bajo la barbilla.

Susurras mi nombre para despertarme, cada día más alto, sabes que dormir me gusta tanto como dibujar historias en tu mano.

Y si un día malo te pilla por banda, con su calor y su pícara mirada, puede llegar a ser el mejor.

Entonces descubres que las cosas pueden salir bien. Que puedes ser como quisiste ser, de verdad.

Ese día aprendí que las cosas llegan cuando tienen que llegar y que por mucho que las busques, en el momento adecuado aparecerán.

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